Muelas del juicio: cuándo aparecen y por qué extraerlas

 

Las muelas del juicio, también llamadas cordales, son un vestigio de la dentición de nuestros antepasados homínidos, cuya alimentación requería de una mandíbula más fuerte para poder masticar determinados alimentos.

Estas piezas dentales se encuentran justo detrás del segundo molar, situándose en la última posición de nuestros maxilares, a ambos lados, tanto en el superior como en el inferior.

Aunque la mayoría de las personas tiene muelas del juicio, hay personas a quienes no le llegan a erupcionar nunca. O, por otro lado, también es muy frecuente que solo aparezca uno o dos cordales.

Las muelas del juicio aparecen más tarde que el resto de los dientes, en torno a los dieciséis y los veinticinco años. Reciben el sobrenombre de “juicio” al hacer acto de presencia a una edad más avanzada que el resto.

Si las muelas erupcionan sanas y encuentran espacio suficiente para no perjudicar al resto de la dentición, no hay por qué extraerlas. Sin embargo, la erupción de estas piezas dentales suele estar relacionada con la presencia de dolor. Esto se debe a que nuestra cavidad oral ha evolucionado desde los tiempos de nuestros ancestros y ya no presenta una morfología adecuada para los cordales. Estos, a menudo, nacen torcidos o chocan con el segundo molar debido a la falta de espacio suficiente para desarrollarse.

Síntomas y extracción

El paciente tiende a presentar la siguiente sintomatología: dolor, inflamación e incluso infección. Esto puede ocurrir cuando los cordales no nacen de manera totalmente vertical, sino inclinados. Y si se trata de cordales incluidos -aquellos que permanecen dentro del hueso -, estos suelen estar asociados a la formación de quistes.

Tanto un cirujano maxilofacial como un odontólogo con formación en cirugía pueden extraer las muelas del juicio. En algunos casos, el procedimiento se realiza una vez las piezas han empezado a emerger, y, en otros, los expertos se apoyan en radiografías para tratar el problema de forma preventiva.

Se trata de una intervención relativamente sencilla, muy frecuente en el día a día de las clínicas dentales, y para la cual se utiliza anestesia local. La duración de la cirugía dependerá de la situación de las muelas, y el tiempo de recuperación también es variable. Durante los primeros días, el sangrado y la inflamación son habituales, y si el paciente desea medicación para el dolor, sólo el dentista podrá recomendarle los fármacos y la dosis adecuados.